Alejandro Aravena – Elemental
Alejandro Aravena es un arquitecto chileno, académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile y profesor visitante de la Universidad de Harvard.
Recibió en 2016 el Premio Pritzker, principal premio de arquitectura en el mundo.
Nació en una familia de clase media. El primer año de enseñanza básica lo realizó en una escuela pública, luego en una institución de educación privada (el Colegio Alemán) desde donde egresó de la secundaria con 17 años.
Sus padres, ambos profesores, trabajaban allí y la administración del colegio les concedió una beca parcial para su hijo.
Realizó sus estudios universitarios en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Tras graduarse como arquitecto en 1992, se trasladó a Venecia para realizar un postgrado en el Instituto Universitario de Arquitectura, y seguir cursos de grabado en la Academia de Bellas Artes.
A partir de 1994, ha ejercido su profesión de manera independiente. Desde ese mismo año se desempeña como profesor de la Escuela de Arquitectura en la Universidad Católica de Chile y, desde 2000, es también docente invitado en Harvard. Es invitado con frecuencia a impartir cursos y dar conferencias en distintos lugares del mundo, entre otros, en el Colegio de Arquitectos de Cataluña, Archilab 2001 en Orleans, el IUAV de Venecia, el Banco Mundial y el Banco Iberamericano de Desarrollo en Washington.
En 2001 fundó con Andrés Iacobelli ELEMENTAL S.A. y desde 2006 es su director ejecutivo. En sociedad con Gonzalo Arteaga, Diego Torres, Víctor Oddó y Juan Ignacio Cerda, además de un equipo que otros seis arquitectos, la empresa que encabeza Aravena realiza proyectos sociales de infraestructura, transporte, espacio público y vivienda, en cooperación con la Universidad Católica de Chile y Copec.
Casa Ocho Quebradas
Los Vilos, Chile. 2014
El Diseño de ELEMENTAL para la Casa Ocho Quebradas está inspirado en el agreste paisaje del sitio en que se emplaza; un acantilado en la costa de los Vilos, en la región de Coquimbo, Chile. El diseño robusto, incluso primitivo, para una casa de fin de semana se inspira en la idea de los arquitectos de que “una casa de fin de semana es en última instancia, una especie de refugio donde las personas dejan suspender las convenciones de la vida para volver a una estado de vida más esencial”, la casa posee una composición simple e incorpora características como una una chimenea central y una sala principal que se puede abrir hacia el exterior.
“A decir verdad, hemos estado tratando últimamente de ser lo más primitivos posible. En una época donde el hambre por lo nuevo está amenazando a la arquitectura de convertirse en algo inmediatamente obsoleto, nosotros buscamos la atemporalidad” explica ELEMENTAL. “En este caso, el lugar y el programa permitieron que naturalmente nos moviéramos hacia lo arcaico.”
El edificio se compone de tres volúmenes: uno vertical, que alberga los dormitorios y baños, un volumen bajo y horizontal que incluye la sala de estar principal, y la conexión de los dos, que es un volumen oblicuo que actúa como chimenea.
Los arquitectos vieron este último volumen como la pieza central de su diseño, que encarna el espíritu deseado de primitivismo. Con la intención de que “no fuera una chimenea (que ya es algo civilizado), sino que un fuego (que es uno de los logros más revolucionarios del hombre).”
La casa se estructura casi en su totalidad en hormigón, e incorpora en la superficie de la terraza de la azotea, la misma madera que se utiliza para el encofrado. “Esperamos que estas piezas envejezcan como una piedra, adquiriendo parte de la brutalidad del lugar, pero sin dejar de ser suave para que las personas disfruten de la naturaleza y la vida del lugar”, afirman los arquitectos.
Centro de Innovación UC Anacleto Angelini
Santiago de Chile, Chile. 2011 – 2014
Fotografía: Cristóbal Palma, Felipe Díaz Contardo, Nina Vidic
Situado en Santiago de Chile, este edificio destinado a promover el encuentro entre la universidad y el mundo de la empresa, le da la vuelta a la configuración de una construcción docente o de oficinas convencional. Las instalaciones no se agrupan en un núcleo central, sino que se distribuyen a lo largo de la envolvente, que no es una ligera y transparente piel de vidrio sobreexpuesta al sol, sino un muro macizo, casi ciclópeo, de hormigón armado, que protege y guarda la intimidad de un interior libremente distribuido en plataformas y patios que se abren a un gran atrio central. Esta inversión de materiales (el hormigón frente al vidrio), de cualidades estéticas (lo opaco frente a lo macizo) y de valores (lo contemporáneo frente a lo simplemente moderno), implica una dimensión no menos importante: la bioclimática. Así, estrategias como la ventilación natural cruzada o la protección de los huecos contra la radiación solar se combinan con la gran masa térmica del cerramiento de manera que pueda reducirse el gasto energético en la misma proporción en que lo hace la demanda, que gracias a estas medidas medioambientales pasa de los 120 a los 45 kWh/m2/año. El uso de un material de gran durabilidad como el hormigón armado, que es susceptible además de ir adquiriendo una noble pátina, sugiere otra de las ambiciones del edificio: soportar con dignidad la prueba del tiempo.
Viviendas Villa Verde
Constitución, Chile. 2009 – 2013
Dentro de un plan de apoyo a sus trabajadores, la empresa forestal Arauco decidió fomentar el acceso de éstos a su vivienda definitiva en el marco de la política habitacional de Chile. Los recursos disponibles para el proyecto y los estándares medios planteados para las viviendas eran superiores a los aplicados habitualmente para vivienda social, lo cual constituía una oportunidad idónea para desarrollar modelos que continuasen los principios de incrementalidad probados en proyectos anteriores pero con un escenario inicial y final más ambicioso.
El proyecto propone casas en hilera con dos alturas, donde el usuario recibe la mitad del volumen edificable con unos acabados interiores sencillos pero de calidad. La superficie inicial de cada unidad es de 57 m², pudiendo alcanzar los 85 m² tras la construcción de las extensiones. El aporte fundamental consiste en que se entrega la estructura casi completa para el estado final de las casas (muros medianeros compartidos, cubierta a dos aguas, solera inferior y vigas para el forjado del primer piso), dejando a los habitantes la realización de tan solo un forjado y dos paños verticales exteriores. Además, siguiendo las experiencias positivas de otros proyectos participativos, se convocaron talleres formativos y de consulta sobre la realización de las ampliaciones.
Torres Siamesas, Santiago
Santiago de Chile, Chile. 2003 – 2005
Fotografía: Roland Halbe, Cristóbal Palma
Las Torres Siamesas de Santiago nacen como un encargo de la Universidad Católica para albergar todos sus equipos informáticos y salas relacionadas en una torre de vidrio que tuviese una presencia tecnológica. El proyecto reflexiona sobre la integración de las nuevas tecnologías en la enseñanza, y ofrece espacios diversos para fomentar el aprendizaje: una base formada por un relieve de planos inclinados de madera para las charlas informales, o salas de estudio y trabajo informático donde la clásica iluminación fuerte se transforma en una penumbra que evita los reflejos sobre las pantallas. La piel de vidrio supone un problema para el clima de Santiago, ya que exige hacerse cargo del efecto invernadero que se crea en el interior. La solución empleada consiste en una doble piel, cuya capa exterior está formada por vidrio sencillo (malo para el control energético pero duradero y bueno para uso exterior), y una interior de fibrocemento (con cualidades inversas). Esta especialización resulta menos costosa, y permite introducir entre ambas una cámara de aire que funciona naturalmente como chimenea perimetral para eliminar el calor, generando succión por efecto Venturi. La forma bicéfala de la torre potencia este efecto, y además estiliza sus proporciones consiguiendo que parezca una torre más esbelta.
Viviendas Quinta Monroy
Iquique, Chile. 2001 – 2004
Fotografía: Cristóbal Palma, Ludovic Dusuzeau, Tadeuz Jalocha
La Quinta Monroy era, originalmente, el último campamento informal del centro de Iquique, una ciudad del desierto chileno a 1.500 kilómetros al norte de Santiago. Las malas condiciones de habitabilidad del recinto propiciaron su inclusión en un programa estatal para reemplazar el campamento por un conjunto de 93 viviendas dignas para las familias que lo ocupaban. La primera decisión fundamental del proyecto fue mantener el terreno —que costaba el triple de lo que se asigna habitualmente a los desarrollos de vivienda social—, evitando desplazar a los afectados a la periferia, donde el suelo es barato pero conlleva problemas de marginalidad y no fomenta la revaloración de la construcción. Por otro lado, el subsidio de 7.500 dólares para cada familia permitía levantar, en el mejor de los casos, una casa de 36 m², la mitad de la superficie de una vivienda estándar de clase media. El proyecto responde a estos factores con una tipología que, haciendo un uso eficiente del suelo, permite la ampliación de las casas de una forma regulada que evita el hacinamiento y revaloriza los procesos de autoconstrucción. De este modo, se entrega la mejor mitad de la casa, casi en bruto, pero dotada con instalaciones de calidad, y se ofrece apoyo técnico a las familias para realizar las ampliaciones.
Facultad de Matemáticas de la UC, Santiago
Santiago de Chile, Chile. 1998 – 1999
Fotografía: Tadeuz Jalocha
La facultad de Matemáticas de la Universidad Católica de Chile en Santiago ocupaba dos estructuras neutras y esquemáticas de los años setenta y necesitaba un nuevo edificio para su departamento administrativo y para los profesores, sin tener destinada una ubicación específica. El proyecto partió de la decisión de unir esas dos estructuras insertando una nueva pieza entre ellas, dando como resultado un único edificio que cumple tres condiciones para garantizar su buen funcionamiento: en primer lugar, mantener el paso existente entre los edificios, un atajo diagonal establecido que no convenía interrumpir; en segundo lugar, absorber los desajustes que pudieran surgir al unir los dos elementos separados; y, por último, eliminar la dualidad delante-detrás de las fachadas, que estaba marcada por un pórtico en la cara norte de los pabellones existentes. Por otra parte, la estructura —regular, simétrica y dispuesta perimetralmente— está diseñada para soportar las solicitaciones sísmicas exigidas por normativa, mientras que los cerramientos muestran una mayor libertad de composición. El hormigón que conforma el edificio contrasta con otros materiales de las fachadas como el vidrio, la madera y el cobre; este último metal fue elegido porque acusa positivamente el paso del tiempo y manifiesta una oxidación noble y oscura.